
Es la primera vez, de cuantas entregas llevo, en que me
encuentro con un trabajo realizado en España, dedicado a una cervecera, donde
se abarcan temas tan complejos como es el paso de la fabricación artesanal a
los principios de su industrialización; el consumo en la capital del Estado a comienzos
del siglo XX, y la situación en aquel tiempo del sector cervecero en nuestro territorio.
Mención especial es el capítulo y sus diferentes
apartados, que dedica la autora a EL ÁGUILA, S.A., su evolución, su
conformación desde 1900 a 1913, con unas irregularidades administrativas que hubieron
de superar hasta alcanzar la solidez de esta marca en el mercado. Su despegue,
en medio de una crisis bélica en Europa, su mantenimiento liderando el mercado,
y participación en la creación de la Asociación de Cerveceros de España.
Evidentemente la implantación de toda una tecnología moderna, extranjera, que se importó en su mayoría desde Alemania (incluidas las grandes vigas para obra civil del edificio de producción que dieron en llamar “palacio de la industria) supuso un cambio total en la organización del trabajo. Para este fin se buscó el solar que conocemos junto a las vías del ferrocarril, en el barrio de Delicias, donde también se asentaron numerosas familias de obreros y empleados que trabajaron en la citada cervecera. Es decir, tanto el cambio técnico como social en aquellos años del siglo pasado, merecen estudiarse desde el punto de vista de organización, como por la parte de la automatización, racionalización y esfuerzo.

En suma, algo de más de ciento cincuenta páginas, con
interesantes fotos y gráficos, para llegar a unas certeras conclusiones. Entre
otras: la configuración del sector cervecero español en aquellos años, fue el
resultado de un lento proceso; a principios del siglo XX Cataluña contaba con
la mayor producción de cerveza en España; Madrid se hallaba inmersa en una fase
de transformación. La fábrica aprovechaba las condiciones sociales que se estaban
generando en la capital (inmigración interior e inversiones en
infraestructuras); poseía dimensiones inusuales para la época y una concepción
“avanzada” en la organización del trabajo, que ya estaba “escrita” en los
planos de la factoría.

Esta situación facilitó la introducción de elementos
modernizadores, no difundidos en un Madrid que comenzaba a industrializarse. Es por ello que se puede considerar a El
ÁGUILA, S.A. como una de las primeras experiencias de Madrid en la moderna
organización del trabajo.
El destacado es copia literal, que yo reitero en homenaje
de aquella marca, y en honor de cuantas personas trabajaron para la citada
compañía en tan difíciles inicios de la pasada centuria. A su memoria, ¡salud!
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