por estas fechas, en el Sábado Santo o de
Gloria. Son muchos años de hermosa
conmemoración, hasta que este
virus raro, llamado Covid-19, llegó para complicar la vida
de todo
el mundo. Ciertamente, muchas celebraciones con presumible asistencia
de
numeroso público se han suspendido. Por tanto, esta fiesta
declarada de Interés Turístico
Regional ha quedado pendiente,
supongo, para una mejor oportunidad.
Sería
en los inicios de los años 80, con todo cuanto supuso para los
cambios en España,
que andaba uno metido en estos temas genuinos de
profundas raíces culturales. Todo
viene por la vía materna, y
consolidado el sentimiento por vía conyugal, de mi ascendencia
familiar en la vieja ciudad mitrada. La otra rama, soriana, igual
Castilla La Vieja, consolida
A raíz de participar en un concurso de fotografía, organizado por la Asociación Amigos de
Ciudad Rodrigo, fue como llegué a conocer a
unos chavales con inquietudes de preservar
los valores propios de la
tierra charra. Venían a retomar el impulso de otros
emprendedores,
cuando en los años 60 se celebró en Ciudad Rodrigo el I Congreso
Mundial de Mirobrigenses Ausentes. Este detalle ofrecía a esa
juventud referida, la
posibilidad de contactar con los anteriores
organizadores, y partiendo de dicha amistad
promover, como así
consiguieron, no se extinguiera un sentir charro, lígrimo, como
herencia
secular de quienes en razón de su edad dejarían este
mundo. Y con ellos se iría todo su
saber en cuestiones de música,
danzas, trajes, vestidos, gastronomía, historia, arte y
Así fue como conocí a un jovencísimo José Ramón Cid Cebrián, delgado como un junco,
junto a sus hermanos, y recibido en casa de
sus queridos padres Abraham y Mercedes, con
una inquietud que le
llevaba a guardar en la pernera e su pantalón una gaita
“salamanquina”. Aprovechaba él un instante libre, para sacar su
gaita y ensayar, ensayar y
ensayar por cualquier rincón de la casa
un toque propio de pastores del campo charro, o
de la propia Sierra de Francia.
de la propia Sierra de Francia.
Hoy,
aquel chaval de entonces, es un hombre experto, padre de familia y
estudioso
acreditado en toda Salamanca, en toda España, por esa labor que nunca olvidó. En su
enorme obra que sigue llevando adelante, fue capaz de mover hasta Ciudad Rodrigo a
empresas editoras, con sus equipos móviles de grabación, para realizar discos de vinilo,
luego cassettes, DVDs, vídeos, etc., que permitieran conservar para siempre los sones de
una tierra que ciertos hombres y mujeres del universo charro sabían transmitir, entre
generaciones, mediante la práctica directa de una enseñanza sin base fija en facultad
universitaria que se precie.
acreditado en toda Salamanca, en toda España, por esa labor que nunca olvidó. En su
enorme obra que sigue llevando adelante, fue capaz de mover hasta Ciudad Rodrigo a
empresas editoras, con sus equipos móviles de grabación, para realizar discos de vinilo,
luego cassettes, DVDs, vídeos, etc., que permitieran conservar para siempre los sones de
una tierra que ciertos hombres y mujeres del universo charro sabían transmitir, entre
generaciones, mediante la práctica directa de una enseñanza sin base fija en facultad
universitaria que se precie.
Hace mucho que no viajo por estas fechas a Ciudad Rodrigo. Pero siempre me he
mantenido al corriente, y celebro el éxito que, año tras año, ha venido reuniendo en la
ciudad que es dos veces ciudad, cuna de mis
queridos familiares y amigos, esa
manifestación de charras y charros
tocando su alborada primaveral entre murallas o calles
del arrabal.
Me conviene, por tanto, dejar este recuerdo escrito aquí. Para
conocimiento de
próximos investigadores, de aquellos quienes se
esfuerzan en mantener los valores de
nuestras tierras castellanas
leonesas y no caigan demolidos ante una cruel enfermedad
vírica, sin
respetar fronteras. Se salvará cuanto dejemos escrito y grabado.
Somos un país
rico en estos aconteceres étnicos propios. Es
legítimo no olvidar. Mejor dicho, es legítimo
celebrar aunque sea
de memoria. Que así enseñan los buenos maestros.
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