Ya son veinticinco comentarios en esta sección, y lo celebro con mi gratitud dado el interés de nuestros lectores. Los detalles recibidos se van acumulando, al tiempo que mis lecturas e indagaciones son buenos motivos para continuar.
En esta nueva oportunidad, me he decidido por dedicar mis cosideraciones a un solo ejemplar. No en balde, la impresión con que he seguido la lectura de esta obra titulada “El vuelo del ÁGUILA”, me hizo recordar numerosos acontecimientos pasados o recientes, por mi dilatada y actual vida laboral en la industria cervecera.
Un estudio así, partiendo de la base cuyo autor, Rodney Habbershaw, es antiguo directivo de Heineken Internacional, me ha venido a recordar a los autores “hispanistas”. Tenemos en España suficientes atractivos, no reconocidos por nosotros mismos, en arte, ciencia, literatura… como para cautivar a investigadores extranjeros, y dedicarnos su atención desde un punto de vista imparcial; críticos con exactitud, meticulosos en sus consultas, no es de extrañar después gusten sus conclusiones y resulten provechosas en su propio país de origen. Pero si además, ese trabajo, aparentemente árido como este ejemplar que les muestro ahora –traducido del original en inglés- nos gusta y lo apreciamos nosotros, creo ha merecido el esfuerzo del autor. Junto con éste, también se ha de reconocer el apoyo (no sólo institucional o de corporación) tal y como hace constar en su dedicatoria: “A los hombres y mujeres de Águila, que me infundieron su pasión por la compañía…”
Otro tanto merece LID Editorial Empresarial, S.L., y su colección Historia Empresarial, donde destaca como editor José Antonio Menor; lo mismo su traductor Ramón Olivares. El prólogo de José María Rivera Trallero, de inconfundible raíz de cerveceros, nos abre el pórtico a una lectura amena con cien años de crónica empresarial: que nos permitirá conocer los entresijos de una de las compañías más significativas en la historia de la cerveza en España.
El autor fue director general de la anteriormente S.A. El Águila, entre 1990 y 1994; un período crucial, de grandes cambios en el sector. Intuyo supo rodearse de un buen equipo directivo; y por otra parte, de colaboradores gustosos en este tipo de investigación histórica empresarial. Condensar cien años en doscientas sesenta páginas, repasando el origen de las cerveceras en España, incluyendo el arte de su fabricación, entre convulsiones políticas, guerra civil, peor posguerra, decadencia y apertura de una dictadura hacia la monarquía constitucional… tiene que haber sido una labor compleja.
No he conocido trabajo similar, donde se hable tan claro; el asentamiento regional y rival de unas pocas fábricas iniciales, de familias emprendedoras, con técnicos de centro Europa que aportaban sus conocimientos, creando marcas tal como algunas siguen brillando en el día de hoy. En ese transcurrir se basa esta obra, analizando las tendencias del sector cervecero: sus obstáculos para crecer (1900-1936), cómo hubo de supervivir (1936-1958), su despegue (1958-1977) hasta su internacionalización y concentración (1977-2008)
En los dos últimos períodos, he sido partícipe por razón laboral. En aquellos primeros años sesenta, se iniciaba la apertura de España hacia inversores extranjeros y técnicas industriales más modernas; evidentemente nuestras cerveceras también interesaban actualizarse, permitiendo la dictadura de entonces que llegaran Schlitz y Heineken a tan particular sector. La firma americana tuvo intereses en La Cruz del Campo y Henninger, mientras los holandeses instalaban Gulder poco después en Burgos. No fue bien el experimento financiero-industrial, y se volvieron a sus fábricas de origen. Entiendo que Heineken guardó sus conclusiones, para un tiempo después; S.A. El Águila, una entidad de implantación estatal, ocho fábricas y tres malterías, intentando complacer gustos regionales tan distintos, no se percató de que esa visita foránea no había sido de cortesía.
Con el futuro llamando a nuestra puerta, Damm y Cruzcampo afianzaron con eficacia sus propios mercados; Mahou se hacia cada vez más poderoso en la misma capital donde se fundara El Águila; y San Miguel, de visión más práctica e internacional mimaba su mercado sin pretender abarcar imposibles.
El libro se divide en dos partes muy concretas; la primera para tratar un tema tan amplio como es la evolución del mercado español de la cerveza (1900-2008) y en la segunda abarca los actores, resultados y estrategias. Para mí, en ésta última es donde se sustancia el peso de la obra.
Llegó a ser muy fuerte la implantación de S.A. El Águila en nuestro país. Base de su éxito, diferentes maestros cerveceros y la acertada decisión de diversos directores generales; resalta el autor nombre y apellidos de alguno, tanto en los aciertos de unos como en los errores de otros. Si bien la parte técnica no se analiza en detalle, sí entra el autor a considerar varios aspectos comerciales y más en profundidad los errores financieros.
Entiendo fue ahí, en las finanzas precisamente, donde empezó la caída en picado de nuestra recordada marca. En razón de éstas, inversores y entidades crediticias, sentaron en los órganos decisivos de la cervecera a responsables que –lamentablemente- no eran técnicos ni comerciales en la citada industria. Si bien el correr del tiempo traía parejo modernizar máquinas, cambiar diseños, novedosos envases, publicidad, nuevos rumbos en el mercado, precisando menor número de empleados, con los costes que esto podía suponer, la sociedad llegó a un endeudamiento insostenible. Los cuadros comparativos que se publican por estos motivos, son claros, sencillos, y comprensibles.
En 1984 Heineken Internacional asume el control de la antigua empresa, con una participación inicial del 35%. Su adquisición, una sociedad en quiebra práctica, con dificultades para generar ingresos, elevados gastos generales y costes financieros, muy por encima de lo que era entonces el sector; su resurgimiento, merced esta intervención multinacional, reconoce el autor fue en gran medida el personal de Águila en España quien lo convirtió en realidad.
Pocos años después, un 9 de mayo de 2000, sería el centenario de Águila; semanas antes se aprobaba un incremento del capital que financiaría la fusión con Cruzcampo. De este modo –copio textualmente- se ponía fin a un siglo convulso en nuestro sector cervecero, y a la identidad de S.A. El Águila como compañía independiente. Junto a ésta, también otras marcas suyas como El Azor, El Gavilán y El Neblí, levantaron su vuelo de nuestro solar para siempre.Mi gratitud a Enrique Solaesa Rodríguez, por cederme etiquetas de su colección particular.