Encuentro en la biblioteca de mi barrio, un librito que me llena de curiosidad aunque, personalmente, no sé cómo catalogar: si ilustrado por los niños para regalar a sus respectivos papás, o son éstos quienes lo han diseñado suponiendo qué pueden pensar los niños respecto a sus progenitores varones. La cerveza pone fuerte a papá, es la edición en español de “Beer makes daddy strong” cuyo autor Andy Riley, nacido en Inglaterra un 27 de abril de 1970, es graduado en Historia Moderna por la Universidad de Oxford, y además es dibujante, guionista de comic; también hace guiones para TV.
Los medios más
especializados, dicen de este ejemplar editado en 2012 por Astiberri Ediciones,
de Bilbao, que es un compendio de chistes donde se resumen esos instantes
paternos cuyo resultado puede ser humillante, embarazoso o directamente
estúpido. Son 64 páginas, tipo cuartilla, en blanco y negro, con 60 chistes
rebosantes de afecto, ingenio y gracias, además de diferentes observaciones
que, indudablemente, estimularán un guiño de conformidad en los papás. Queda
dicho todo esto, haciendo la salvedad propia en cuanto a diferencias del humor
británico con el nuestro.
La
vida es un Bar, Cuentos de noche Lavapiés,
como puede suponer el lector es un libro inspirado en un barrio muy peculiar de
Madrid, donde, según uno de los personajes, antes se distinguía por su hablar
castizo y hoy no se aprecia ese parlar chipén en virtud de su nuevo vecindario
multicultural. La obra está editada por Amargord en 2006, con casi 150 páginas,
y recopila una serie de trece relatos cortos de diferentes autores. En la
información editorial se expone la idea de hacer más relatos similares, con
diferentes obras literarias dedicadas a otros barrios de Madrid (Centro,
Latina, Maravillas, etc.) creando una
visión de esas noches de bar, sus laberintos, y nuestras vidas como clientes.
Entre las narraciones
publicadas en dicho libro, a este comentarista le resulta complejo inclinarse
por uno u otro autor. Resaltan dos, en cuyos textos el primero resulta ser un narrador
que detalla desde un punto de vista costumbrista, atractivo por clásico, ese ir
y venir de clientes que se pueden considerar la parroquia habitual de un tradicional
bar de barrio; el segundo relato que me ha impactado se desarrolla en ese
ambiente sórdido y deprimente de ciertos noctámbulos que buscan satisfacciones
sexuales por urinarios y retretes, públicos o privados, existentes aún en la
realidad o en la imaginación del autor. En suma, una iniciativa editorial que
puede venir bien para conocer ciertas características de los barrios
matritenses, donde, tal vez, como propios vecinos residentes podemos desconocer
e incluso ignorar.
Para terminar, les comentó
haber encontrado una edición de 1998 titulada A la hora en que cierran los bares, cuya autora es la periodista
zaragozana Soledad Puertolas, elegida académica de la Lengua en enero de 2010. Un
ejemplar de bolsillo, cómoda lectura, agradable el papel en que está impreso, y
cuyo contenido lo componen ocho relatos breves. De entre éstos, el primero da
origen al titular con que se publicó este librito en su día.
Ese primer relato narra muy
bien al ambiente de un bar, de copas, de cervezas, que siguen abiertos en cualquier
ciudad indeterminada hasta altas horas de la madrugada. Entre sus clientes, dos
protagonistas que dan en intercambiar cigarrillos, consumen, y al propio tiempo
se cuentan motivos e historias particulares; uno de ellos es el propio narrador
de la trama, mientras que los otros personajes entran y salen de esa escena
noctívaga, formando entre todos una literatura que según otros más entendidos
no ha llegado a considerarse de lo mejor escrito por su autora.
En suma son casi cien
páginas, por donde transcurren, además del titular, otros relatos como: “El
origen del deseo”, “La llamada nocturna”, “La orilla del Danubio”, “La vida
oculta”, “Ventajas de la primera persona”, “En el límite de la ciudad” y “La
corriente del golfo”. Hay quien opina que “El origen” y “Ventajas” sean textos
un poco más llevaderos, porque tanto relleno, a veces, puede resultar insípido.
Para mejorar ese sabor durante la lectura, como siempre digo, nada mejor que
una rubia y cremosa cerveza. ¡Salud!
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