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Por mediación de mis familiares en Ciudad Rodrigo he recibido el LIBRO
DEL CARNAVAL 2018,
editado desde el Ayuntamiento mirobrigense con motivo
de nuestros clásicos festejos en honor del
dios Momo. Cuando me llegó
tuve la misma sensación de un maestro cervecero el cual nos ofreció,
recientemente, una lección magistral en la única cervecera industrial
que sigue funcionando en la
provincia de Madrid; al despedirnos de él,
entre todos quienes asistimos le regalamos una
enciclopedia sobre la
cerveza, tuvo a bien expresar: ¡Esto pesa, esto es algo bueno!, nos dijo
sin tan
siquiera abrir el paquete.
Y evidentemente que el último libro dedicado al antruejo rodericense, lo
es y bien bueno. Son 500
páginas impresas a todo color, cuyos
contenidos, destacados autores, temas expuestos, fotografías,
etc., ya
han sido tratados con buenas consideraciones por otros comentaristas
anteriormente. Más un
añadido que pongo yo: hasta los anuncios son
bonitos. No es un libro de bolsillo, no es una edición
barata para
llevar de un lado a otro, olvidar o perder por cualquier descuido; hace
falta comer bien
primero y otorgarse una buena lectura después, sin
empacho de letras ni fotos, con tal de que nos dure
días y días, un mes o
los que haga falta, pues por el peso de este libro recibido se requiere
buen ánimo
para sostenerlo entre las piernas, con tal de leer hasta que
las letras empiezan a bailar entre líneas y
nos dejemos llevar por esa
cabezada tan necesaria, para quienes contamos con unos cuantos años,
muchos, peinando canas.
Pronto cumpliré 50 años, desde que me suscribí a La Voz de Miróbriga y
empecé a colaborar con el
doctor don Jesús Huerta Alonso, de cuya mano
llegué a compartir amistad con don Antonio Custodio,
don Ignacio María
Domínguez, don José Antonio Martín, don Leopoldo Gómez, don Feliciano
Sierro, don Abraham Cid y tantos otros a quienes desde aquí, en su grato
recuerdo, les sigo
agradeciendo cómo me admitieron a colaborar en los
futuros libros; o en casi todos, porque alguno
hubo donde no pude
acudir. Con todos ellos y los sucesivos alcaldes, concejales de cultura,
festejos,
etc., también añado mi gratitud a tantos y tantos
colaboradores anónimos, voluntarios, particulares o
funcionarios del
Ayuntamiento, que ponen cada día su ilusión y esfuerzo para que este
libro,
anualmente, mejore al anterior. En resumen una escuela que, sin
paredes ni aulas físicas se ha venido
manteniendo entre débiles hojas de
papel. Es más, en la era informática donde vivimos, seguramente
llegará
a su exclusiva edición digital. ¡Salud!
He rescatado de entre los anaqueles de mi biblioteca el ejemplar número
1, dedicado al Carnaval de
1980. Era tan modesta aquella publicación que
ni tan siquiera tenía numeradas sus páginas, o sea que
más bien eran
pocas y de colores los justos. Es decir, en estos casi cuarenta años, la
susodicha
iniciativa privada, editada por la Junta de Interpeñas, contó
con dieciséis colaboradores literarios y
tres fotógrafos: Vicente,
Corrales y Pazos. Desde entonces hasta hoy, la publicación ha cogido
peso
en todos los sentidos e igualmente de forma proporcional en calidad
y temática se mire por donde se
mire.
Con una merecida distinción, pues siendo variados sus fundadores,
distintos, cada cual en sus ideas,
empezaron bajo la batuta del maestro
don Alfonso Ortiz “el fresquero” a consolidar las bases de un
libro que
luego adoptó el Consistorio de la vieja ciudad mitrada para darle
continuidad. En igual
sintonía, bajo el signo político que fuera, y con
un plantel de autores, de colaboradores, tan variado
como son otros
sencillos articulistas como yo, o doctores, licenciados, con un alto
indice intelectual
en sus textos al mejor estilo académico: historia,
arte, folclore, sociedad; más periodistas, religiosos,
artesanos,
trabajadores, funcionarios y jubilados quienes, todos, siguiendo en la
idea del buen
Ceferino Santos Alcalde que se nos fue, continúan
reuniéndose entre las páginas y tapas de este libro
monumental; porque
así es la ciudad editorial que es dos veces ciudad.
Pronto cumpliré 50 años, desde que me suscribí a La Voz de Miróbriga y
empecé a colaborar con el
doctor don Jesús Huerta Alonso, de cuya mano
llegué a compartir amistad con don Antonio Custodio,
don Ignacio María
Domínguez, don José Antonio Martín, don Leopoldo Gómez, don Feliciano
Sierro, don Abraham Cid y tantos otros a quienes desde aquí, en su grato
recuerdo, les sigo
agradeciendo cómo me admitieron a colaborar en los
futuros libros; o en casi todos, porque alguno
hubo donde no pude
acudir. Con todos ellos y los sucesivos alcaldes, concejales de cultura,
festejos,
etc., también añado mi gratitud a tantos y tantos
colaboradores anónimos, voluntarios, particulares o
funcionarios del
Ayuntamiento, que ponen cada día su ilusión y esfuerzo para que este
libro,
anualmente, mejore al anterior. En resumen una escuela que, sin
paredes ni aulas físicas se ha venido
manteniendo entre débiles hojas de
papel. Es más, en la era informática donde vivimos, seguramente
llegará
a su exclusiva edición digital. ¡Salud!
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