miércoles, 16 de marzo de 2011

28ª entrega - CELCE Magazine Nº 62 Marzo 2011

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Mi gratitud por delante, a editores y lectores de esta sección. Sigo recibiendo detalles curiosos, que no dejan –afortunadamente- de sorprenderme. Como les digo, cuando hace meses recibí un paquete, abro, y llega a mis manos un libro cuyo titulo Yo lloré con Terminator 2 (relatos de cerveza-ficción) no me negarán ustedes que se las trae. Me costó un poco la entrada, ese hincar el diente preciso para un posible lector, y no dejar a medias su lectura. El autor, Carlos Salem, nacido en Argentina, llegó a España por las puertas de Ceuta y Melilla, donde dirigió distintos periódicos. Son catorce relatos, publicados por Editorial Escalera (2009) de cómoda lectura; el ambiente se desarrolla –prácticamente- junto a la barra de un bar, donde el personaje central parece se confiesa al lector; su protagonista se declara predilecto de Mahou “la rubia más fiel que ha conocido”

De los catorce relatos, quiero destacar tres en concreto. El personaje creado por el autor, lo sitúa en ese ambiente noctívago, bohemio, melancólico; casi vencedor y casi siempre perdedor, cliente fijo de un local o bar privado. Sobre la barra surgen los pensamientos, comentarios y consultas con propios, extraños o inspectores de policía. “Cada verano la llevo a ver el mar”, es un relato crudo donde la confidencia que se hace al lector, lleva, finalmente, a aceptar la resolución tomada por el protagonista, más conocido por El Gato. “Si no contamos las palomas” es otra ficción de pesquisas policiales, que el sujeto principal sabe resolver sin moverse, prácticamente, de la barra del bar. “El albañil cósmico” tiene su enjundia, y una trama propia de esos ambientes, como bien saben describir los relatos detectivescos, pero puestos en escenas que nos resultan cercanas. Todos ellos, como dice el titular, son cuentos donde también participa la cerveza.

Con la literatura en inglés, siempre me encuentro ante otra prueba a superar. Este nuevo libro que me llega, cuyo autor es de origen irlandés -como viene a demostrar la pinta de cremosa cerveza Guinness, según foto de portada- ha contado con la traducción de José Manuel Álvarez Flórez, ayudado además por el prologuista de En Nadar-dos-pájaros, publicado en febrero de 2010 por Nórdica Libros. Su autor, Flann O’Brien (seudónimo de Brian O’Nolan, 1911-1966) lo recuerdo de un relato publicado en otra obra de un paisano suyo, Peter Haining, cuyo volumen “Beber para contarla” ya lo conocen nuestros lectores en mi entrega 27ª.

Sin duda no todos los oriundos de Irlanda beben, o pasan gran parte de su vida en el pub o tabernas del barrio. La cuestión, si se me permite, es que esos ambientes en Dublín, París, Roma o Madrid, siempre han dado mucho escenario e ideas para literatos u otros intelectuales de diferentes artes. Según voy entrando en su lectura, coincido en que nunca pasa nada en la novela; la tendencia de sus personajes es ver discurrir el tiempo desde la cama o bebiendo por diferentes locales; dicen que es un modo de protegerse de la realidad.

Este ejemplar que les comento, se publicó en 1939 y cosechó congratulaciones entre escritores de renombre. La novela tuvo que esperar hasta 1960, para alcanzar el éxito que esperaba su autor. Los más entendidos dicen se trata de una obra maestra no solo de la literatura irlandesa, sino de la literatura del siglo XX en general; por el contrario, un poeta galés señaló: “Este es justo el libro que uno puede regalar a su hermana si es una chica borracha, sucia y malhablada”; contradicción perpetua, dice un prologuista, pues de esos contrastes está construida la novela: narración oral y escritura; paganismo y cristianismo; vida y arte; juventud y vejez; bien y mal. En mi opinión, nada como una buena y cremosa pinta de cerveza negra para superar estas impresiones. Salud.
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