jueves, 14 de junio de 2012

33ª entrega - CELCE Magazine · Nº 67 · Junio 2012

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Con un carnet de estudiante en la Universidad Complutense, y la posibilidad de consultar las bibliotecas de sus diferentes facultades, tuve  oportunidad de encontrar esta interesante publicación científica: Cervecera El Águila, S.A. (1900-1936) Trabajo y tecnología en los orígenes industriales de Madrid. Su autora, Josefina Piñón, es doctora en sociología por la U.C.M. El libro, ya descatalogado, se editó en 2003 por la Editorial Complutense, a quienes desde estas líneas agradezco su autorización para reproducir ilustraciones y comentar sus interesantes datos.

Es la primera vez, de cuantas entregas llevo, en que me encuentro con un trabajo realizado en España, dedicado a una cervecera, donde se abarcan temas tan complejos como es el paso de la fabricación artesanal a los principios de su industrialización; el consumo en la capital del Estado a comienzos del siglo XX, y la situación en aquel tiempo del sector cervecero en nuestro territorio.

Mención especial es el capítulo y sus diferentes apartados, que dedica la autora a EL ÁGUILA, S.A., su evolución, su conformación desde 1900 a 1913, con unas irregularidades administrativas que hubieron de superar hasta alcanzar la solidez de esta marca en el mercado. Su despegue, en medio de una crisis bélica en Europa, su mantenimiento liderando el mercado, y participación en la creación de la Asociación de Cerveceros de España.


Evidentemente la implantación de toda una tecnología moderna, extranjera, que se importó en su mayoría desde Alemania (incluidas las grandes vigas para obra civil del edificio de producción que dieron en llamar “palacio de la industria) supuso un cambio total en la organización del trabajo. Para este fin se buscó el solar que conocemos junto a las vías del ferrocarril, en el barrio de Delicias, donde también se asentaron numerosas familias de obreros y empleados que trabajaron en la citada cervecera. Es decir, tanto el cambio técnico como social en aquellos años del siglo pasado, merecen estudiarse desde el punto de vista de organización, como por la parte de la automatización, racionalización y esfuerzo.
Con este motivo, Josefina Piñón se fija en el perfil social de aquellos hombres y mujeres que formaron parte de las primeras plantillas de EL ÁGUILA, S.A., estudiando la experiencia de trabajo y vida para aquellas personas: caracterización de la población obrera, su procedencia, ocupaciones, profesiones, y lugares de trabajo, así como su nivel educativo. El reglamento y condiciones de trabajo que aplicaron: jornada laboral y descansos; disciplina y sanciones, supervisión y control; riesgos, accidentes y enfermedades del trabajo. También por supuesto los salarios, y la organización de los obreros: su movilización y la seguridad que se anhelaba creando el socorrido Montepío.

En suma, algo de más de ciento cincuenta páginas, con interesantes fotos y gráficos, para llegar a unas certeras conclusiones. Entre otras: la configuración del sector cervecero español en aquellos años, fue el resultado de un lento proceso; a principios del siglo XX Cataluña contaba con la mayor producción de cerveza en España; Madrid se hallaba inmersa en una fase de transformación. La fábrica aprovechaba las condiciones sociales que se estaban generando en la capital (inmigración interior e inversiones en infraestructuras); poseía dimensiones inusuales para la época y una concepción “avanzada” en la organización del trabajo, que ya estaba “escrita” en los planos de la factoría.

La fábrica de EL ÁGUILA fue ideada por burgueses españoles en conjunto con profesionales alemanes, que también invirtieron en el capital inicial de la empresa. El producto, la estructura de la edificación, las vigas, su maquinaria, el lúpulo y hasta los propios contramaestres, procedían de Alemania. Así fue como se importaron igualmente formas de organización y control, a partir de las cuales se relacionaron personas y máquinas.

Esta situación facilitó la introducción de elementos modernizadores, no difundidos en un Madrid que comenzaba a industrializarse. Es por ello que se puede considerar a El ÁGUILA, S.A. como una de las primeras experiencias de Madrid en la moderna organización del trabajo.

El destacado es copia literal, que yo reitero en homenaje de aquella marca, y en honor de cuantas personas trabajaron para la citada compañía en tan difíciles inicios de la pasada centuria. A su memoria, ¡salud!
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