jueves, 11 de junio de 2015

45ª entrega - CELCE Magazine · Nº 79 · Junio 2015


En los años que llevo adelante esta sección, nunca había recibido, desde lugares distintos, dos publicaciones que se complementan y me llenan de curiosidad. Hace meses que recibí desde Murcia, donde reside un oriundo burgalés y socio de nuestro Club -colaborador también en esta revista- la tesis doctoral titulada: LOS ORÍGENES Y LA IMPLANTACIÓN DE LA INDUSTRIA CERVECERA EN ESPAÑA, SIGLO XVI – 1913 del doctorando Xabier García Barber, y que éste tuvo a bien defender un 20 de diciembre de 2013, ante los catedráticos de la Facultad de Economía y Empresa, Departamento de Historia e Instituciones Económicas, de la Universidad de Barcelona. 



Posteriormente, en una grata reunión entre socios de Celce residentes en Madrid, otro socio y colaborador en Celce Magazine, tuvo a bien regalarme el ejemplar titulado LA CERVEZA EN ESPAÑA. Orígenes e implantación de la industria cervecera en España, editado por LID en noviembre de 2014, y resultando ser su autor el ya doctor Xavier García Barber.
Como puede suponer el buen lector de nuestra revista, de aquellas primeras 500 páginas que recibí impresas en forma de tesis su autor ha logrado la publicación de 260 páginas, en formato de libro extraordinario. Desde estas primeras líneas, mis felicitaciones al autor, y a la Editorial LID de cuya empresa conozco otra publicación relativa a nuestra cerveza; con este ejemplar citado, amplían su interesante colección de historia empresarial.
Y si digo nuestra cerveza, lo digo alto y claro porque a la postre tenemos grandes lagunas, sin demasiada formación e información hacia nuestras propias marcas. Viene bien estos dos ejemplares que tengo junto al teclado, la tesis y el libro citado, con tal de habilitar un camino preciso que nos lleve a ampliar más nuestros conocimientos, de nuestra propia historia industrial, y de entre ésta a nuestras marcas de cerveza. 




 
Después de este preámbulo, según va uno entrando en materia, se observa que entre defender convincentemente una tesis, y la publicación de un libro basado en dicho estudio académico, hay todo un año de diferencia durante el cual se ha desarrollado un buen interés por parte del autor y la Editorial LID. Partiendo de ese mutuo interés, se hace llegar al gran público un trabajo de calidad, que trata de lo nuestro, respecto a las empresas cerveceras en un período industrial; son casi cuatrocientos años de historia de España, de los cuales, sinceramente, ahora sí se ha realizado un estudio en profundidad de una determinada industria, pero visto desde un ángulo de investigación e universitario al mismo tiempo.
Y en estas cuestiones, de estudio, de la Universidad, con sus alumnos y profesores investigando sobre nuestras empresas cerveceras, no estamos a la altura de otros países europeos. Bienvenida sea tan ardua tarea, que paso a comentar a nuestros lectores.
LA CERVEZA EN ESPAÑA se ha diseñado con una atractiva portada de moderno trazo. Diferentes tipos anónimos de botellas, vestidas con antiguas etiquetas de lujo a todo color; las mismas pertenecen a la colección particular de nuestro presidente en el Club Celce, Enrique Solaesa, quien las cedió como hace siempre a la hora en que un investigador se pone en contacto con él, con nuestro Club. Valga este detalle para confirmar, una vez más, al coleccionismo cervecero como una herramienta útil para la investigación y estudio de nuestras cervezas, e incluso de famosas marcas extranjeras. 



Los antecedentes sobre la calidad de este trabajo universitario, impreso en forma de libro, llegan al lector de la mano del director general de Cerveceros de España, nuestro estimado Jacobo Olalla. En su prólogo reconoce que este volumen viene a llenar un vacío en la investigación académica, en torno al sector agroalimentario. Los más de 32 millones de hectólitros de cerveza producidos en 2013, hizo en nuestra industria cervecera la posibilidad de que un español sea el responsable de la Asociación de Cerveceros de Europa desde 2012. También destaca el paralelismo con la actualidad, como es la exportación de cerveza, en las últimas décadas del siglo XVIII, gracias a la  promulgación del Reglamento de libre comercio con las Indias de 1778, detalles éstos que evidencian a nuestro país como pionero en la elaboración y comercio de la cerveza. Gracias a este progreso, si en el siglo XIX la cerveza era una bebida para clases con mayor poder adquisitivo, en los primeros años del XXI se ha convertido en una bebida universal por excelencia.
Las 260 páginas que contiene este libro, se han distribuido por su autor en cuatro partes. En la  primera incluye una breve historia de la cerveza, con un solo capítulo que estudia sus orígenes y la llegada del frío industrial en su fabricación; aquí se cita como el Ochocientos, el siglo de oro de la cerveza, en concreto la segunda mitad del siglo XIX, por los descubrimientos científicos obtenidos y tantas innovaciones tecnológicas que modificaron la industria cervecera hasta nuestra propia actualidad.
La segunda parte se basa en dos capítulos: la evolución de la cerveza en España entre los siglos XVI y XVIII, más un buen tratado que pone en conocimiento de lo que fue la industria cervecera santanderina, en razón del mercado que tuvo con los territorios españoles de Indias. La tercera parte nos viene a explicar cómo era la cerveza de alta fermentación, entre 1815 y 1870; en ese mismo período, varios apartados nos explican la demanda de cerveza y su papel institucional. 



En su cuarta parte, en el primer capítulo, entramos a conocer la cerveza de baja fermentación, en un período comprendido entre 1870 y 1913, cuya fabricación se adelantaba en Barcelona al incorporarse el frío industrial para fermentar el mosto resultante de un buen cocimiento. En el siguiente capítulo se entra a estudiar la difusión por el resto de España, según crecía la producción cervecera gracias a las nuevas empresas y la fermentación a baja temperatura: Madrid, Andalucía, País Vasco, Asturias, Cantabria, Aragón, Galicia, la Comunidad Valenciana y Navarra. Interesante capítulo éste, donde se confirma la dependencia tecnológica del exterior, especialmente de Alemania, y la competencia dentro del territorio peninsular que con los años se ha reducido a unos pocos grupos importantes.
En esta última parte, otro capítulo bien atractivo se desarrolla estudiando la demanda que había de cerveza, y el papel institucional desde niveles gubernamentales, en el período comprendido entre los años 1870 a 1913. Viene bien para conocer el auge de las cerveceras en ese tiempo; cómo recibieron protección del Gobierno, su regulación, fiscalidad, el comercio de la misma hacia el exterior, llegando a cuanto han supuesto nuestras cervezas en el contexto internacional.
El autor, merced a su concienzudo estudio, nos explica cómo eran las primeras cervecerías cuyos productos se obtenían por alta fermentación; detalla con curiosidad el trabajo que se hacía en las abadías de Europa, señalando como la más antigua del mundo a San Sixto, en Westvleteren, Bélgica, del siglo XVI, donde los monjes trapistas, desde 1946 producen las mismas cinco mil cajas al mes... a pesar de que tienen una demanda mundial enorme.
Particularmente me ha gustado mucho ahondar en las razones que vinieron a fundar en Santander, dado su constante comercio con las Indias, una importante fábrica de cervezas. Todo partiendo de un reinado borbónico, tan próspero como pudo aquel buen Carlos III; no en balde la promulgación de leyes reales que daban protección al negocio con las posesiones de ultramar, potenciaron la actividad. Así fue posible que los comerciantes santanderinos se decidieran por levantar una cervecera, enviando a algunos de sus trabajadores a Inglaterra para aprender cuanto estaba relacionado con su elaboración; sus primeros cocimientos estuvieran dirigidos por maestros cerveceros ingleses.
El libro, viniendo como viene de un estudio académico, tiene pocas ilustraciones; y si las hay, son sencillas,  atractivas, pero sin color. En la página 125 se exponen perfectamente detalladas, las veinte imágenes de etiquetas cedidas por Enrique Solaesa, según fueron utilizadas por los cerveceros españoles hacia finales del siglo XIX. Por supuesto el material gráfico más abundante son cuadros y tablas comparativas, donde las cifras nos hablan de la evolución de los precios, impuestos, capital social de las compañías, solicitud de marcas, producción de cervezas y su comparación con la producción de vino, precios, tarifas, importación, número de fábricas de cerveza y el consumo per cápita de cerveza; datos expresados hasta la primera década del siglo XX, y referidos tanto a España como a nuestro entorno europeo. 





Y como todo buen trabajo que se precie, al final unas breves conclusiones para ayudarnos a asimilar mucho mejor todo lo anteriormente tratado. Por ejemplo, el consumo de cerveza es propiciado por el Gobierno, con la llegada al trono de la Corte de los Austrias, que se convertiría en su principal cliente, y más en Madrid, durante el siglo XVI; a finales del XVIII sería importante la fabricación en Santander, con un mercado colonial en exclusiva.
En el XIX, en sus primeros setenta años, destaca la aparición de maestros cerveceros alemanes, aportando capital y conocimientos técnicos. En su segunda mitad, la fiscalidad ampara la industria cervecera, mediante el impuesto de consumos, con tarifas más inferiores a las aplicadas sobre el vino.
Éste se vio perjudicado por la filoxera que nos llegó desde Francia, lo que permitió aumentar la producción y calidad de la cerveza, reducir su precio mediante grandes inversiones y la posibilidad emplear el frío industrial para producir cervezas de baja fermentación.
De esta forma la cerveza llegó a convertirse en una de las primeras industrias del sector alimentario español, pues desarrolló un proceso productivo tecnológicamente avanzado y fuera de los rasgos artesanales que caracterizaban en gran medida el sector secundario en nuestra península. Estos desarrollos se centraban, principalmente, entre Madrid y Barcelona; para evitar que el asociacionismo regional consolidara más a unas cerveceras que otras, en 1922 se fundó la Asociación de Fabricantes de Cerveza de España y con ésta se creó un convenio que estuvo vigente durante buena parte del pasado siglo. Dicha asociación interesó a las grandes cerveceras para concertar, entre otros matices, el reparto de zonas de ventas y los precios pactados para la venta de nuestras cervezas.
No obstante, el autor declara que queda pendiente un gran trabajo, sobre esta materia, con tal de buscar nuevas fuentes referidas al siglo XIX que permitan recopilar más datos, y por tanto mejorar su obra; cifras que describan con mayor precisión las tendencias de la producción española, y nuestro consumo de cerveza durante el período investigado. Es un buen planteamiento, o reto. 






Concluye este libro nada menos con cinco anexos; en ellos nos relaciona numerosos autores cuyos estudios sobre la cerveza se datan en el siglo XIX; también trata de las materias primas (década de 1820) con fases del proceso y tipos de cerveza: ligeras, fuertes, resinosas, medicamentosas. Curiosísimos también los detalles relativos a 1917, donde relaciona nuestra producción y cuotas de cada fábrica por ciudades y comunidades autónomas.  En otro anexo, navegando por los archivos de la Oficina de Patentes y Marcas, o el Histórico del Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, estudiosos sobre la cerveza,  historiadores y coleccionistas, encontraran quienes solicitaban marcas y nombres comerciales en España, entre 1886 y 1913.
Independientemente de lo anterior, el autor ha llevado a la parte final de su libro más de veinte páginas donde relaciona las correspondientes notas a cada capítulo y anexos publicados en este volumen. Y por supuesto, como buen trabajo de academia, una detallada bibliografía, casi otras diez páginas donde los autores y las obras consultadas, editorial, páginas, etc., nos vienen muy bien para ayuda de posibles futuros trabajos.
Y algo que por lo general no revelan algunos autores, Xavier García Barber sí lo hace, es revelar sus fuentes, tanto primarias como secundarias. Es decir, desde los archivos de grandes cerveceras, como puede ser Damm, a otros archivos de Comunidades Autónomas, asociaciones, bibliotecas y registro mercantiles; o bien en numerosos medios de comunicación, periódicos, revistas, almanaques, guías, gacetas, que están ahí, en sus correspondientes Hemerotecas y donde nos esperan para facilitarnos, si cabe, todavía más datos como los aquí tratados.
Enhorabuena pues, como decía en un principio, al autor, a la editorial, y a todos cuantos colaboraron para que el doctor García Barber haya conseguido, por fin, un libro de nuestras cervezas y en una época tan determinante. ¡Salud!
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