viernes, 27 de marzo de 2020

Hace un año, y cada día más solos....

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De la revista MADRID HISTÓRICO, nº 80 Marzo-Abril 2019, reproduzco el Editorial de su
director Miguel Tébar...



A primeros de año nos enterábamos de que la librería más antigua de Madrid, Nicolás Moya, cerraba 
las puertas que estaban abiertas desde 1862 en la calle Carretas. Son 157 años vendiendo libros, una 
eternidad, y desaparece en un instante. Y ya está, aquí no pasa nada, se abre otra tienda para turistas, 
o algún establecimiento que durará tres o cuatro años, de esos que no hacen historia, y Madrid sigue 
tan campante. O no. Nuestro Madrid será más pequeño, menos particular, tendrá menos peso, menos 
historia, menos vida en sus calles, como cada vez que cierra un establecimiento tradicional. Son 
tradicionales porque son la historia de la ciudad, no la de los reyes y los pomposos hechos que luego 
se recogen en los libros de historia, sino de la historia pegada a la piel de los madrileños, de la que 
está en la calle, en los portales, que no hace ruido pero hace a la ciudad ser como es. El Madrid de los 
grandes monumentos, de los grandes eventos mediáticos seguirá su marcha, a la que se suman con
gusto los gestores de la ciudad, que probablemente ni se enteren de este cierre, como de tantos otros, 
y seguiremos recibiendo millones de turistas que no necesitan a la librería más antigua de la ciudad. 
Leo también en estos días que en Zaragoza cierra otra librería, y que en Zamora Io hace la más 
antigua, aunque también noticias reconfortantes como que en Nueva York los vecinos y clientes 
salvan del cierre a una pequeña librería de barrio.

Ningún establecimiento tradicional debería cerrar sus puertas sin que hayan recibido todo 
el apoyo posible de su ciudad. Y los clientes y vecinos pueden hacer algo, como seguir 
comprándoles aunque tengan que bajar a la calle y desplazarse para ello, pero son las 
administraciones las que tienen en su mano gestos de apoyo rotundos para evitar que la 
esencia de la ciudad se vaya diluyendo poco a poco. Además de preocuparse por los 
grandes temas de la ciudad y por los grandes números, deberían bajar un poco la mirada 
para enterarse de lo que está pasando a pie de calle, y utilizar el inmenso poder 
económico que tienen gracias a nuestros impuestos para apoyar eficazmente a unos 
establecimientos que son la propia historia de Madrid.

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